Paradiso


Allá por el año 87 acudía a mi primer concierto en el patio interior del Cuartel de la Policía de Ceuta, donde hoy se está construyendo el nuevo teatro. Luis Eduardo Aute, ni más ni menos, terminó cediendo ante los gritos de dos adolescentes que gritaban como locos: "las cuatro y diez, las cuatro y diez...".

Yo no sabía por qué le pedíamos esa canción porque no la conocía pero Maite, que estaba a mi lado, me animó ha hacerlo.

Pasados los años empecé a apasionarme por la música de cantautor y esa canción se terminó convirtiendo en una especie de talismán en mi colección de música.

Yo terminé componiendo y cantando... desnudándome, sin pudor alguno, ante pequeños grupos de amigos y desconocidos íntimos.

El único escenario de proporciones considerables que he pisado y pisaré fue Santiago de Compostela. Su casco viejo, empedrado y húmedo, nunca cierra el telón... que se lo digan a Antonio Recuero, cantautor de calle a las duras y a las maduras.

En una de sus calles, Rúa do Villar, se encuentra "Paradiso". Una cafetería entrañable, pequeña para todo el mundo e inmensa para mí. He pasado horas y horas leyendo y escribiendo entre sus paredes resguardado por sus grandes espejos de aspecto antiguo. Un café, un libro, un amigo, lectura o conversación, palabra o mirada... se saborean allí de otra manera.

El hecho es que una tarde, en una de esas "horas paradiso" me sedujo la idea de escribir un "retrato romántico" como "las cuatro y diez".

En el prólogo del libro: "Luis Eduardo Aute. Canciones 1966-1999. Cuerpo del delito". Maurilio de Miguel califica de retrato romántico a dicha canción y yo, desde entonces, la califico así.

Tardé bastante en conseguirlo, pero escribí la canción. La imagen que describo es parecida en muchos aspectos a "las cuatro y diez" pero es radicalmente diferente. El encuentro que recreo no se da físicamente, como en el relato de Aute, aunque se produce. En cualquier caso la influencia es evidente.

Con los años, al igual que con el buen vino, esta canción ha ido creciendo en matices y significado. La forma no ha cambiado no obstante el fondo sí.

Si has llegado hasta aquí y te apetece... acompáñame...

Aunque se que no estás
se me hace inevitable pasear
por rúa do Villar
y para en el Paradiso
a tomar un café.

Durante unos veinte minutos
te espero leyendo
aunque se que, esta vez,
no aparecerás radiante y sencilla
como sueles hacer.

Y empiezo a escribirte la carta
que te he prometido
una y otra vez
aunque ya lo sabes...
lo mío es mirarte y ganarte la vez.

¡Maldita sea, no dejo de pensarte!...
no ha habido tiempo aún
para acostumbrarme a estar tan distantes.
Aunque fui yo quien dijo, alguna vez,
que nos vendría muy bien.

Por un momento te presiento entre la gente
y vuelvo el rostro pronunciando tu nombre
con ternura mientras miro el reloj.

Aunque no estas aquí el tiempo se me ha ido y
como no... llegaré tarde a casa
y será, una vez más, por estar junto a ti.
Mi mano busca tu cintura
para acompañarte a la puerta y salir,
sin dar con tu cuerpo no hay besos
ni prisas que te hagan reír.

Hoy no es de esos días "carpe diem"
aunque bien pensado, tal vez, hay cosas
que sólo se aprecian cuando las dejas de tener.

Y me vienen a la memoria unos versos de Salinas
que dicen así:

"No quiero que te vayas,
dolor, última forma de amar...
Tu verdad me asegura
que nada fue mentira.
Y mientras yo te sienta,
tú me serás, dolor,
la prueba de otra vida
en que no me dolías.
La gran prueba, a lo lejos,
de que existió, que existe,
de que me quiso, sí,
de que aún la estoy queriendo."

Hoy estoy ebrio de intimidades y, como puedes ver, la palabra me brota fácil. Así que, si me lo permites, te contaré dos cosas más sobre esta canción.

La primera es que la terminé cuando después de haberme encontrado, pasados los años, con la persona que siempre he amado volvía a dejarla marchar con los bolsillos llenos de circunstancias y motivos para separarnos una vez más...

Aunque la canción desconoce por completo el primer acto y narra sólo un instante del segundo, en el tercer y último acto lo dejaba todo para recuperarla. Hoy compartimos la vida y el telón no parece tener intención alguna de bajar.

La segunda es que mi guitarra no me perdona haber ofrecido esta canción sin ella entre las manos narrando lo que yo no puedo... y razones no le faltan.