Camino del bosquecillo


Hay un convento de los franciscanos en Ponteareas (Galicia) que, como ningún otro de los que conozco, remansan el alma avivando la luz... de vivir y saberse vividos, de amar y saberse amados, de soñar y saberse soñados por Dios en lo más íntimo y lejano.

Una casa de piedra que susurra esperanza, que palpita vida íntimamente, que da sin medida a los que allí habitan: hombres pequeños de inmenso espíritu.

Allí las horas muertas estallan de vida, el silencio es más elocuente que las palabras y la vida te mira de frente desde cada golpe de luz y sombra...

Un año tardé en recorrer el camino del bosquecillo del convento… y me llevé una vida entera para recordarlo.

Este es uno de mis recuerdos...


Hiriente es la luz esta tarde,
luz virgen, desnuda, amante...
que atraviesa el bosque con espadas de plata
penetrando su vientre oscuro.
Hasta el seno de la tierra reconoce su paso
y se sabe amada, fecunda, madre...

Un camino pequeño,
de cauce pequeño,
se precipita como un río
hacia un mar de hojas secas
que tiembla en olas de viento.

El tiempo salta de rama en rama,
corre... no me espera.

Llegó la hora
en que la luz busca su sueño
y yo reclino mi cansancio en el ocaso
que lo desdibuja todo.