La otra navidad

25 de diciembre. Los niños se han levantado temprano, como siempre, pero algo más nerviosos e ilusionados porque sabían que bajo el árbol de navidad les estarían esperando los regalos que el niño Jesús les ha dejado.

Mi mujer, a pesar del agotamiento pues Pablo –como es lo habitual- ha dado muy mala noche, ha hecho las fotografías para inmortalizar este día tan especial. Desayuno, juegos… he cogido el periódico de ayer por un momento y me he topado con una carta que me ha introducido de golpe en otra navidad.
He decidido colgarla íntegramente en el blog pues creo que merece la pena ser leída.
Diario de Navarra. Viernes, 24 de diciembre de 2010. Carta a los lectores, página 16.

Cuando casi a diario te veo en la puerta del supermercado, pobre de solemnidad, venido/a de la tierra de Dios sabe dónde, ya no me atrevo a mirarte a los ojos. No es que te ignore como persona, sé que estás ahí porque sin querer mirarte, te veo, oigo tu voz lastimera y quejumbrosa, suplicando nuestra ayuda, pero no te miro. Siento pudor ante tu orgullo herido o vergüenza de pasar ante ti exhibiendo los alimentos adquiridos, o las dos cosas. No se trata de dar o no dar, no se trata de si vas por libre o de si perteneces a una mafia organizada. Es otra historia, que tiene que ver con la dignidad del ser humano y esas cosas. O con la deshumanización que imperceptiblemente, de manera subliminal casi, se va adueñando de nosotros. Nos estamos acostumbrando a verte ahí, tirado/a en el suelo, casi como un perro, y esa “costumbre” hace que te veamos como un elemento más del paisaje, como la bicicleta encadenada al árbol o el contenedor que tienes enfrente.

Cuando cuatro millones de parados en nuestro país, seguramente van a pasar una de las navidades más tristes de su vida, no me atrevo a mirarte a los ojos, a ti, padre o madre de familia, que aguantas el frío de la cola de la oficina de empleo entre el desaliento y la desesperación. Y tampoco a ti, desempleado que en febrero dejarás de percibir el único subsidio que entra en tu casa. Y lo mismo te digo mi pobre jubilado/a a quien todo va subiendo a su alrededor desde que congelaron su raquítica pensión.
¿Y cómo mirarte a ti?.. inmigrante blanco, negro, amarillo o lo que seas. ¿Con qué cara puedo mirarte a los ojos? A ti, que vas a pasar estas fiestas sólo/a. A ti, que no has podido volver a casa por navidad y que degustarás el amargo sabor de las lágrimas mientras otros cantamos villancicos. A ti que te faltan sueños y papeles y te sobran miedo, angustia y desconfianza.

Y no me atrevo a mirarte a los ojos a ti, Rosa, porque si lo hago podría descubrir el moratón que tratas de ocultar bajo tus enormes gafas de sol, cuando está lloviendo. Pretendiendo excusar lo inexcusable, estás jugando a la ruleta rusa con esa mala bestia que tienes al lado y a la que más pronto que tarde tendrás que darle puerta.
¿Y los niños? Son lo más sagrado que tenemos. Aun así, la pobreza lleva a que en el mundo en que vivimos, cien millones de ellos sean explotados sexualmente. Y cada año que pasa, un millón más ingresa en el circuito, sin que nadie ponga fin a esta espiral de locura, infamia y depravación. Como yo tampoco hago nada para salvar a estas criaturas de ese destino tan atroz, en Navidad, no me atrevo a mirarte a los ojos: Niño Jesús.

CARMEN OLORÓN