La comunicación emocional

Por todos es sabido los efectos negativos que el sedentarismo, el tabaco y el alcohol tienen sobre nuestra salud, pero quizá habría que ampliar la lista añadiendo la soledad. Un equipo de investigadores estadounidenses ha revelado recientemente que la soledad puede ser tan perjudicial como fumar 15 cigarrillos diarios o ser alcohólico. Analizando cerca de 150 estudios que involucraron a más de 300.000 personas, los científicos llegaron a la conclusión que interaccionar asiduamente con la familia, amigos o compañeros de trabajo contribuye a reducir el nivel de estrés y reafirma nuestra responsabilidad y confianza, tanto en nosotros mismos como con los demás. Esto se traduce en que las personas más sociables tienen tasas de supervivencia un 50% mejores que las solitarias.

Esta noticia que he extraído de la revista “REDES para la ciencia” (nº 9, página 58), me ha hecho pensar en estos tiempos en que la capacidad de “relación” nos desborda ya que podemos estar conectados constantemente con cualquier persona, con cientos de personas, con miles… desde un teléfono móvil, un Pda, un netbook, un iPad… Nunca como ahora se han roto las barreras del espacio y el tiempo para “estar” con alguien.

Sin embargo, creo que ahora más que nunca, estamos necesitados de relaciones. No me refiero al frío impersonal de una pantalla más grande o pequeña que me “conecta” con alguien, sino al encuentro real, encarnado… a la mirada, al roce cercano y amistoso que nos redime por dentro y por fuera, al calor que nos mantiene realmente vivos, al silencio elocuente de los gestos…

Hay que asumir el riesgo de salir al encuentro del otro, porque a veces es un riesgo. Creo firmemente que merece la pena. No hay tecnología que pueda suplir a un gesto o una mirada cuando dice: te quiero, te necesito, perdóname… no hay nada, nada, que pueda sustituir la experiencia de saberse amado y amante, necesitado, perdonado…