Caminante no hay camino...

Hace años decidí crear este blog. Reconozco que me ha supuesto un gran esfuerzo mantener “vivo” este espacio de intimidad compartida, pero esta etapa se cierra y comienza otra. Así que te animo a acompañarme en “Silencio y palabra”.

No obstante, mantendré vivo este rincón que de alguna manera ya forma parte de mí… gracias a ti querido lector.

Pincha en la imagen y acompáñame…

http://manudiazguerrero.blogspot.com.es/

Vivir...


“No querer llegar a todo, ni vivir tres vidas en una. Domesticar el tiempo cronológico y el psicológico.
Buscar el equilibrio, la armonía. Fortalecer la coherencia y la congruencia.
Dotar la existencia de sentido. Ponerle pasión a la vida. Ilusionarse día a día. Comprometerse.
Pensar y sentir, sentir y pensar. Compartir sonrisas. Llorar ante una lágrima.
Mimar la amistad, conversar, un vino.
Relativizar la importancia de los acontecimientos. Aceptar los reveses vitales. Asumir que la esperanza es una obligación ética.
Mantener el contacto con la naturaleza. Jugar (distinto a apostar). Practicar deporte.
Crear. Apreciar y disfrutar con la belleza natural y la proveniente del ser humano.
Gustar de la austeridad.
Vibrar con el arte.
Cuidar del espíritu, del alma.
Aceptar nuestras muchas limitaciones. Interiorizar que el mundo no gira alrededor de nosotros.
Disfrutar de una agradable tertulia de sobremesa.
Ser conscientes de que el azar o el Creador jugó a favor de nuestra existencia. Que heredamos todo de quienes nos antecedieron, y que se lo debemos a quienes nos continuarán.
Apreciar que nuestra sociabilidad e independencia; lenguaje, comunicación y silencio; memoria y olvido; capacidad de anticipación; posibilidad de reír y de llorar, de captar y plantearnos dilemas, de formularnos preguntas sin respuestas, nos conduce a un punto de insatisfacción permanente.
Partiendo de que nadie ha dicho que la vida sea justa, comprensible, interiorizada ni realmente vivida. Somos conscientes de que formamos parte de los demás y de que los otros nos constituyen.
Efímera e inaprensible, así es nuestra existencia, que entreteje el dolor y la felicidad, el sufrimiento y el bienestar, el nacimiento y la pérdida, el deseo y la frustración.
Cuidar y cuidarnos física y emocionalmente, este es el reto de la convivencia. Piel con piel con nuestros seres queridos, en con-tacto con quienes nos rodean, sin olvidar a quienes en otras latitudes, tradiciones y culturas comparten los mismos latidos de la evolución de nuestra especie.
Y siempre mirando al universo, escuchando cualquier mensaje que nos pueda llegar de otro espacio-tiempo. Consternados ante nuestra manifiesta limitación, pero no insignificancia.
Captar un gesto, un aroma, un matiz, inaprensibles. Recordar aquel instante. Imaginar, intuir, soñar, en un posible mañana.
Construirse, autoeducarse, reinventarse, mejorarse, gustarse. Restañar heridas. Afincarse en la generosidad. Contestarse: “¡Mereció la pena!”.
Anticipar que quedarán cabos sueltos, que siempre será inconcluso…

… Alcanzar a despedirse serenamente, habiendo aprendido a no pedirle a la vida más de lo que la vida puede dar. Sabiendo para qué se ha vivido, sintiendo para quién.”

“Nota del autor” del libro: Psicohigiene. El cuidado de uno mismo y de los demás.”, de Javier Urra.

Lenguaje nuevo


Quiero estar en este universo digital que no es espacio frío y sin rumbo, sino reflejo  de una “realidad que está hecha siempre de relaciones, de nexos, de redes, de tejidos que nos conectan y vinculan.” Pues “todo es relacional. Absolutamente todo grita al universo sus mensajes y genera ecos inevitables en la inmensa realidad” (1)

Es por ello que necesito un lenguaje nuevo. Pues  “llega un momento en que es necesario, abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo y olvidar los caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares. Es el momento de la travesía. Y, si no osamos emprenderla, nos habremos quedado para siempre al margen de nosotros mismos.” (2)

Quedar al margen de nosotros mismos…

¡Ni de nosotros, ni de nadie!...

…acepto el reto de arañar mi coraza de refugios y comodidades, de miedos y reflejos traslúcidos, para beber de la sabia que se me ha dado. Para embriagarme de silencios elocuentes y soledades habitadas. Sólo desde allí encontraré el ritmo vital para “donde haya prisa, poner sosiego; donde haya ruido, serenidad y escucha; donde haya estridencia, belleza; donde haya frialdad o indiferencia, apasionada caridad”, y así sucesivamente… … aportar un lenguaje reflexivo, pero no extenso; un lenguaje que sugiera, pero no agobie; un lenguaje que use la belleza como camino de la verdad a través de la imagen y el sonido; un lenguaje cálido que evite la frialdad.”(3) 


Porque es dando que se recibe…





  1. Joan Garriga, “Vivir en el alma”
  2. Fernando Pessoa
  3. Juan Rubio Fernández, “Evangelizar el planeta digital”

En la cocina...


Dedicado a mi madre
en su 68 cumpleaños

Mis recuerdos más íntimos, los que me configuran y se asoman por los poros de mi piel a cada instante, me susurran que no solo soy posibilidad y futuro. Soy lo que he vivido. Es el único bien que me pertenece. Todo lo demás es caduco y pasajero. No hablo del pasado que nos condiciona, ni de la memoria cada vez más olvidadiza. Me refiero a la inocencia de los primeros años que aún perdura en nuestros gestos espontáneos. No hay mayor herencia que esa sensación de haber sido amados, la misma que aún seguimos buscando en todo lo que hacemos. Ni hay mayor ausencia y vacío que no haberla vivido.

Aquello que me hace ser quien soy me habita con cuerpo de mujer, con nombre de mujer… María del Carmen, mi madre, y llena mi casa de olores: anís en los roscos, limón rallado en el bizcocho, aceite de oliva en el pan tostado y azúcar, caramelo para el flan de huevo…

También podría decir que todo lo que se sobre la vida, sobre lo esencial de la vida, lo he aprendido con ella en la cocina.

Mi madre sólo ha viajado para acompañar a mi padre enfermo. No estudió ninguna carrera. No ha tenido más vida social que la media hora de misa y veinte minutos en el patio de la parroquia con demasiado ruido de la vida de los otros. Nunca manejó mucho dinero, y si ahorraba algo lo gastaba en sus hijos o en algún pañuelo para su hermana. Nunca ha estado más guapa que con sus zapatillas de casa y su bata, su sonrisa fácil y su tacita de café antes de acostarse. Se asoma al mundo desde la radio guardada en el primer cajón de la mesita de noche. Siempre ha sido muy coqueta, pero nunca pudo evitar oler a la colonia que usaba mi padre: Barón Dandy, huella indeleble de algún que otro beso que nunca nos ocultaron. Ya no huele a mi padre, aunque ahora es él quien la habita a ella y a todos.

Aún así, nadie ha sabido enseñarme en qué consiste la vida tan bien como ella. Siempre preparando cualquier cosa para acompañar la conversación sin prisas. No importa si hueles mal o bien, si tienes buena presencia o no, si pareces de fiar o tienes “mala pinta”… nada impedirá que te ponga algo de comer, te escuche y te acoja. A día de hoy, cuando consigo ir a visitarla, mientras paseo por la ciudad me encuentro a “gente de calle” (esa mala gente que es tan buena gente) que me dicen: “tú eres el hijo de Mary, ¿verdad?... Y yo respondo orgulloso, sí, ella es mi madre.

Nunca tuvo que explicarme que lo importante no es poseer, sino ser; que se termina perdiendo todo aquello que no se da, que las apariencias no son tan importantes, y es mejor ser engañado que desconfiar continuamente; que amar es también sufrir, comprender… perdonar, sanar heridas, esperar… y no esperar demasiado del otro.

No necesitó decirme quién es Dios, me lo regaló con tanta naturalidad, que no parecía un regalo. Lo que no entiendo a día de hoy esa  insistencia en reconocer a Dios como padre, si está claro que es una madre… una madraza. Eso sí, espero que no sea como la mía, sino el cielo se llenará de todo tipo de gente y olerá vete tú a saber a qué… y a croquetas. Me imagino a Dios escuchando a toda esa mala gente que guarda cola en la puerta del cielo; y diciendo a cada uno con una sonrisa picarona: “no me digas, que se me caen las ligas”… anda, entra calamidad.

Mientras tanto, sean o no sean así las moradas celestiales, yo tengo mi cielo (tan pequeño como una cocina y tan grande como el corazón de mi madre) esperándome siempre al calor de la lumbre.

He escrito esto porque hoy hace 68 años que el mundo es más humano y está más lleno de Dios. Sin pretensiones ni ruidos. Sin grandes regalos ni algún susto de su hijo mayor, que “algún día echará formalidad”. Hoy estarás rodeada de los tuyos, como siempre. Te llamaremos todos. Y yo personalmente envidiaré la tarta de calatrava que tanto me gusta. Si quieres, puedes poner una vela por cada nieto, que si no son muchas y no caben en la tarta. Tu misma… ¡Felicidades!

P.D.
Etimológicamente, "sabiduría", viene de la palabra latina "sapere", de la cual derivan dos palabras: "saber" y "sabor", dos palabras que indican lo mismo: un sabor que sabe de qué se trata la vida.



Haciendo memoria…


Ya pasó el tiempo en que vivía inmerso en el presente. Recuerdo las mañanas en el "cole" y las tardes rebosantes de vida. Vida que exprimíamos jugando a las canicas, a las chapas, a los trompos o peonzas, al escondite, al fútbol, a las motos (clavando a un palo una lata de pintura e introduciendo en ella una vela)... éramos unos eruditos del juego vestidos con coderas en las camisas y rodilleras en los pantalones que ya habían sido de nuestro hermanos o primos mayores. Éramos felices y no lo sabíamos, sólo había tiempo para serlo.

No recuerdo, en cambio, cuando fui consciente por primera vez que ese era mi pasado, y el pasado del barrio donde eché raíces. El mismo donde ahora no juegan los niños en sus calles.

Puede que tomara conciencia mientras caminaba por el Paseo de las Palmeras, mucho antes de que la ciudad de Ceuta, de donde soy, le ganara terreno al mar y nos robara a los paseantes el ruido de las olas y el olor a sal. Puede que fuera mientras leía caminando alguno de los libros de mi padre que empezaban a interesarme. No lo sé. Pero sí recuerdo, con absoluta claridad, cuando mi vida cambió para siempre.

Ella había venido del norte a la parroquia que había sido mi patio de recreo, mi escuela infantil, mi confidente... Había llegado de la "península" a pasar unos días que cambiarían nuestras vidas. Ella no lo sabía, ni yo. Pero así fue.

Han pasado los años, ajenos a mis deseos, y ahora soy yo quién se molesta cuando mis hijos hincan las rodillas en el suelo y se ensucian. Quien tiene que estar atento, con ojos hasta en la nuca, porque no se les puede perder de vista pues no es seguro.

Los barrios ahora no son espacios donde la vida descansa sentada a la puerta junto al vecino al caer la tarde. Donde los niños gritan, ríen, se pelean, juegan y... juegan. Ahora las cocinas no huelen a cocinas durante la mañana. Los barrios, son dormitorios gigantes que esperan vacíos, como una mascota ansiosa, a que lleguen sus dueños cansados. Los niños tienen extra-escolares y tareas (como si tantas horas de esfuerzo fueran pocas). Los papás "curran" hasta tarde (si tienen mucha suerte de hacerlo), y las mamás, desde que han conquistado su libertad ya no sólo trabajan en casa, sino también fuera de ella.

Cómo ha cambiado todo. Hasta los motes de los amigos (que aún se siguen poniendo motes, aunque no es correcto) me suenan extraños. Recuerdo a mis amigos " el sapo", "el abutarda", "el negro"... ¿Cómo me llamaban a mi?, creo que “el flaco”.  Ahora los amiguitos se apodan "Play", "Wii", "Boing", "Clan"... Suenan raros, ¿verdad?


Ahora soy yo quien repite las mismas anécdotas y no mi padre. Quien se emociona con las fotos de cuando era niño. Quien mira al futuro, que no dejará nunca de ser incierto, con cierto respeto. Ahora sueño con las vidas de mis hijos cuando sean mayores y escucho los temores de su madre, que no puede evitar sufrir hoy por lo que sufrirán mañana. 

Me acuesto tarde casi todas las noches, como queriéndole robar un poco de tiempo a la vida, pues ahora sé que no es el tiempo quien pasa sino yo. Me acuesto un poco más tarde que ella, que había venido del norte a la parroquia que había sido mi patio de recreo, mi escuela infantil, mi confidente... Había llegado de la "península" a pasar unos días que cambiarían nuestras vidas. Ella no lo sabía, ni yo. Pero así fue. Así es cada día. Así es cada noche.

Navidad... un tiempo idóneo para "invertir en acciónes"


 
No es atípico que el tópico “tempus fugit”  (el tiempo huye, el tiempo se escapa, el tiempo vuela)  aparezca en combinación con otro “latinajo”: “carpe diem”,  que nos insta vivir el tiempo presente porque este se nos escurre como arena de playa entre los dedos como si fuésemos un reloj de arena.

Leer más...

¿No habrá que empezar a dejar de hacer para hacer?...




No tengas nada en las manos
ni una memoria en el alma,
que cuando un día tus manos
pongan el óbolo último,
cuando las manos se abran,
nada se te caiga de ellas.

Un café, en un café cualquiera...



Título II
Si puedes deja Facebook por un momento y lee el tweet que te he enviado para tomar un café…
…gracias por haber venido.


Tócame con tu presencia y deja que te toque con la mía. Hagámoslo sin prisas, sin invasiones. Dime de ti con palabras y silencios y yo te diré de mí con voz des-velada y gestos elocuentes. Si surgen torpezas riámonos de nuestras torpezas. Si surgen heridas, como surcos en nuestra piel y nuestra alma, dejemos caer sobre ellas el agua fresca de nuestra comprensión sin juicios. 
Dime de ti todo lo que quieras decir o no te digas. Se libre para dar o no darte si lo deseas, que yo apreciaré como un regalo valioso esa disposición tuya hacia mí. Dejemos que las palabras caigan como hojas de otoño sobre nuestros pies enraizados y ávidos de horizonte. Alegrémonos sin más de nuestras vidas encontradas, y despidámonos con  las manos llenas de recuerdos y esperanzas.

Camarero, por favor: cóbrese los dos cafés, que el poso de cada taza ya nos ha despedido para el reencuentro.

Necesitamos ser encontrados


Somos manantial
que nos brota en las entrañas.
Somos sed… y no “sedes”
que nos arañan bajo la piel
queriendo aprehender la vida
como si fuera ajena.