“No
querer llegar a todo, ni vivir tres vidas en una. Domesticar el tiempo
cronológico y el psicológico.
Buscar
el equilibrio, la armonía. Fortalecer la coherencia y la congruencia.
Dotar
la existencia de sentido. Ponerle pasión a la vida. Ilusionarse día a día.
Comprometerse.
Pensar
y sentir, sentir y pensar. Compartir sonrisas. Llorar ante una lágrima.
Mimar
la amistad, conversar, un vino.
Relativizar
la importancia de los acontecimientos. Aceptar los reveses vitales. Asumir que
la esperanza es una obligación ética.
Mantener
el contacto con la naturaleza. Jugar (distinto a apostar). Practicar deporte.
Crear.
Apreciar y disfrutar con la belleza natural y la proveniente del ser humano.
Gustar
de la austeridad.
Vibrar
con el arte.
Cuidar
del espíritu, del alma.
Aceptar
nuestras muchas limitaciones. Interiorizar que el mundo no gira alrededor de
nosotros.
Disfrutar
de una agradable tertulia de sobremesa.
Ser
conscientes de que el azar o el Creador jugó a favor de nuestra existencia. Que
heredamos todo de quienes nos antecedieron, y que se lo debemos a quienes nos
continuarán.
Apreciar
que nuestra sociabilidad e independencia; lenguaje, comunicación y silencio;
memoria y olvido; capacidad de anticipación; posibilidad de reír y de llorar,
de captar y plantearnos dilemas, de formularnos preguntas sin respuestas, nos
conduce a un punto de insatisfacción permanente.
Partiendo
de que nadie ha dicho que la vida sea justa, comprensible, interiorizada ni
realmente vivida. Somos conscientes de que formamos parte de los demás y de que
los otros nos constituyen.
Efímera
e inaprensible, así es nuestra existencia, que entreteje el dolor y la
felicidad, el sufrimiento y el bienestar, el nacimiento y la pérdida, el deseo
y la frustración.
Cuidar
y cuidarnos física y emocionalmente, este es el reto de la convivencia. Piel
con piel con nuestros seres queridos, en con-tacto con quienes nos rodean, sin
olvidar a quienes en otras latitudes, tradiciones y culturas comparten los
mismos latidos de la evolución de nuestra especie.
Y
siempre mirando al universo, escuchando cualquier mensaje que nos pueda llegar
de otro espacio-tiempo. Consternados ante nuestra manifiesta limitación, pero
no insignificancia.
Captar
un gesto, un aroma, un matiz, inaprensibles. Recordar aquel instante. Imaginar,
intuir, soñar, en un posible mañana.
Construirse,
autoeducarse, reinventarse, mejorarse, gustarse. Restañar heridas. Afincarse en
la generosidad. Contestarse: “¡Mereció la pena!”.
Anticipar
que quedarán cabos sueltos, que siempre será inconcluso…
…
Alcanzar a despedirse serenamente, habiendo aprendido a no pedirle a la vida
más de lo que la vida puede dar. Sabiendo para qué se ha vivido, sintiendo para
quién.”
“Nota
del autor” del libro: Psicohigiene. El cuidado de uno mismo y de los demás.”,
de Javier Urra.